Perfectas imperfecciones Excerpt

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Capítulo 1

 

Con la gorra de beisbol desgastada cubriendo la mayor parte de su rostro, Jeremy Jameson entró en el bar. Al menos asumió que era un bar, basado en el letrero ladeado del frente que simplemente decía «bar» en letras rojas despintadas y por la pestilencia de cerveza y humo de cigarro que se olía en el ambiente. El espacio interior no estaba ni más limpio ni en mejor estado que el aparcamiento.

Jeremy intentó recordar la última vez que estuvo en un club, bar o restaurante que no fuera elegante, iluminado con cuidado y con muebles bien mantenidos. Nunca. La respuesta era nunca. Incluso los músicos que empezaban de cero y tenían que esmerarse para llegar a la cima posiblemente no habían venido nunca a un lugar como este; era demasiado pequeño, estaba muy alejado de todo y no tenía un escenario ni lugar donde instalar equipo.

Dándose un sermón interno por haber pensado en el trabajo cuando se supone que debía estar haciendo tiempo para sí mismo, se forzó a dejar de enfocarse en la música y hacerlo en su cerveza. Un lugar como este probablemente no tenía importaciones o cerveza artesanal. Quizás debería de pedir lo que fuera que tuvieran disponible y quedarse satisfecho. Sería más fácil pasar desapercibido de esa forma.

—¿Qué puedo ofrecerte? —preguntó la voz como el whiskey del barman en el momento en el que Jeremy se sentó en el taburete.

—Una pinta de lo que sea que tengas.

—Ahora mismo.

Acomodándose mejor la gorra para asegurarse de que sus famosos ojos verdes estuvieran cubiertos, miró alrededor. Era temprano, las siete de un martes en la noche, así que el lugar estaba vacío excepto por una pareja que parecía estar discutiendo. Aunque él qué sabía, el bar podría estar vacío cada noche. Nunca lo descubriría, porque no tenía ningún plan de regresar a Munds Park, Arizona. El pueblo no tenía un lugar para ofrecer conciertos y Jeremy no podía pensar en otra razón para regresar.

—Aquí tienes, hombre. —El barman deslizó el vaso frío frente a él y limpió sus manos con una toalla antes de acomodarla adentro de sus Levi flojos—. Entonces, ¿qué te trae aquí esta noche? ¿Vas de camino por el pueblo o buscas ocultarte del mundo?

Ambas, en realidad, y el hecho de que el extraño lo supiera hizo que su estómago diera un vuelco. Levantó la cara, lo que significaba que el hombre podía ver sus ojos y luego pasó su mirada por el bar, esperaba encontrar un grupo de paparazzi equipados con cámaras y micrófonos. En su lugar, se encontró con los mismos muros cafés, mesas de madera desgastadas y piso de concreto pegajoso.

—Oye, no quise insinuar nada —dijo el barman amablemente. Le dio una palmada al hombro de Jeremy—. Solo estoy haciendo plática, ¿sabes? —Movió sus manos alrededor del bar lentamente—. Está bastante muero aquí.

Al darse cuenta de que su reacción exagerada al comentario inocente fue demasiado obvia, sintió que sus mejillas se enrojecieron. Su intento de parecer normal había consistido en esconderse en lugares menos glamurosos que los que normalmente frecuentaba y sentarse en el asiento del piloto de un sedán rentado en vez de en la parte trasera de un coche de lujo, el autobús del tour o un avión privado. Misma vida, diferente ubicación. 

Respirando profundamente, se encontró con la mirada del barman, supuso una de dos, que ya había arruinado su intento de permanecer incógnito, o que la escasa luz del lugar combinada con su gorra bien puesta ofreció suficiente cubierta para mantener su rostro oculto.

—Lo siento. No, eh, quise… —No tenía ni idea de cómo terminar la frase sin admitir la razón de su extraño comportamiento.

—No te preocupes, hombre —respondió el barman relajado. Pasó su mano sobre su cabello castaño corto y sonrió—. Todos necesitan su espacio de vez en cuando. —Caminó hacia el otro lado de la barra, seguramente para darle eso a Jeremy—. Llámame cuando estés listo para otra bebida.

Los pies con botas apenas habían dado un par de pasos antes de que inexplicablemente dijera:

—Ambas.

Sus cejas se arquearon, el hombre lo vio sobre su amplio hombro y sus ojos cafés se enfocaron en Jeremy.

Generalmente no le gustaba que la gente se le quedara viendo, pero el barman parecía genuinamente interesado en charlar con él. No sabía quién era Jeremy, eso significaba que su interés no era por conseguir información que pudiera vender a revistas o recopilar hechos cual científico examina un insecto. Solo quería hablar. Fue diferente.

—Me preguntaste si estaba pasando por el pueblo o si buscaba un lugar para ocultarme del mundo. —Bajó la mirada, tragó fuertemente y dijo—: Hago ambas cosas.

—¿Sí? —El hombre se dio la vuelta y regresó—. Genial. ¿De dónde vienes?

Una pregunta simple. Relajándose ante la novedad, continuó mirando al hombre a la cara.

—California.

—¿Del sur o norte? —preguntó el barman—. Estuve en una fraternidad en la universidad y había un montón de tipos de Cali. —Se encogió de hombros—. Supongo que nuestras cuotas de la universidad son mucho más asequibles que las suyas. Como sea, la leyenda de la rivalidad entre el sur y el norte era legendaria.

Jeremy pudo haber asistido a la universidad (tuvo la opción, aunque sus notas en el instituto no hubieran sido muy buenas), pero nunca había tenido el deseo o visto cuál era el punto. La música era su vida, siempre lo había sido, y supuso que ningún profesor podía enseñarle tanto como ya sabía o podría aprender de los amigos de su padre. Catorce años grabando discos, dando giras por el mundo y ganando premios le habían dado la razón. A los treinta y uno estaba en lo mejor. No necesitaba ningún título.

—Muy bien, escucha esto —dijo el barman cambiando de tema brillantemente cuando Jeremy no le respondió—. Durante un semestre, el tipo encargado de tomar los juramentos… —pausó y frunció el ceño pensativo—. Feltus era su nombre, creo. Como sea, era de Palo Alto y había como cinco tipos de Orange County listos para tomar el juramento. —Rio—. Entonces, una noche durante la semana del terror, Feltus llevó a los interesados al desierto, eso era en Tempe, (asistí a la Universidad estatal de Arizona), el punto es que los hizo cavar agujeros en el suelo. Luego les ordenó a los del sur que se metieran en la tierra y les dijo a los otros que los enterraran hasta el cuello y luego hizo que todos se subieran a sus coches y regresaran a la universidad. —El barman sacudió la cabeza—. Rivalidad completamente loca, te lo aseguro, hombre.

Y la gente decía que las estrellas de rock eran salvajes, pero Jeremy nunca había visto a nadie ser enterrado con vida. Extrañamente fascinado por el relato, reposó sus brazos sobre la barra, se acercó y dijo:

—¿Qué pasó? ¿Alguien salió herido?

—No. —El barman sacudió la cabeza—. Se oye peor de lo que fue. No es como si la tierra hubiese estado demasiado compactada ni nada. Los tipos pudieron salir fácilmente y justo después, algunos de los otros interesados en unirse a la fraternidad regresaron y los recogieron.

—Debieron estar aterrados —dijo Jeremy sacudiendo la cabeza.

—Era la semana del terror —respondió bufando—. Estaban demasiado ebrios para estar aterrados.

Jeremy rio, sorbió de su cerveza y suspiró contento, se sintió relajado por primera vez en mucho tiempo. Era agradable sentarse y charlar con alguien acerca de ningún tema y sin ninguna razón.

—Soy Reggie, por cierto. —El barman pasó su mano por la toalla y la extendió sobre la barra—. Reggie Moore, pero todos me llaman Reg.

Después de deslizar su palma por sus vaqueros grises ajustados, Jeremy extendió la mano y estrechó la de Reg.

—Gusto en conocerte, Reg. Soy… —pausó, intentó decidir si debía detenerse ahí, decirle un nombre falso o ser honesto. Decidió quedarse a la mitad—. Jeremy.

—¿Qué te trae a Munds Park en esta agradable noche de martes, Jeremy? —Reg le quitó su vaso casi vacío, lo puso debajo de un barril y lo llenó—. ¿Vas de camino a Flag?

—Eh…

La mirada confundida de Jeremy debió responder su pregunta.

—Muy bien, ese es un no en cuanto al viaje a Flagstaff. —Se acercó a la barra, observó a Jeremy, o al menos miró lo poco que podía distinguirse con la escasa luz—. No tienes la ropa sucia, así que no puedes haber vuelto de ver el cañón…

—En realidad, sí —lo corrigió.

—Oh, ¿en serio? Genial. ¿Escalaste el borde del sur? Tomo ese camino varias veces al año. ¿Fuiste a las cataratas ’Supai?

—No, no escalé. No tuve tiempo. Solo quería verlo. He vivido a un estado de distancia toda mi vida y jamás lo había visitado. —Levantó la mano con la intención de pasarla por su cabello. Jeremy golpeó su gorra de beisbol, lo que le recordó que debía ser cuidadoso y no compartir demasiada información, sin importar cuán insignificante fuera, con un extraño. La gente tenía la habilidad de retorcer sus palabras y luego venderlas al comprador que diera más: Jeremy Jameson salta al Gran Cañón enloquecido por el licor.

—Parece que estás en buena forma, hombre. Debes ir a escalar a la próxima —dijo Reg emocionado—. Las cataratas son asombrosas.

Saltar en el escenario noche tras noche requería un montón de energía y resistencia, lo que no era tan fácil a los treinta y tantos como había sido a los veintitantos. Jeremy tenía una gira de conciertos que empezarían la próxima semana, así que había incrementado su rutina de ejercicios. Parecía que los resultados eran evidentes, lo que lo hizo sacar el pecho en orgullo.

—Eso haré —dijo, más por ser amable que honesto. La verdad era que no sabía cuándo volvería a tener tiempo libre y planificar un viaje de senderismo probablemente haría que le diera un infarto a su mánager.

—Genial —sonrió Reg—. Déjame ir a ver si ellos… —señaló con su barbilla en dirección a las otras personas en el bar— necesitan algo y luego te diré cuál es el mejor lugar para acampar.

El haberse detenido para ir por una bebida terminó siendo una velada en un bar, tomando cerveza mediocre y llevando una excelente plática. Las personas entraron y salieron, bebieron, hablaron con Reg sobre sus preocupaciones por el ambiente político, si su equipo tendría oportunidad de ganar la temporada o cual fuera el problema que tenían con su novia o esposa. Y entre esas conversaciones, Reg siempre regresaba con Jeremy, le sonreía, hablaba, compartía historias graciosas y las preguntas que le hacía no parecían estar destinadas a nada más que conocerlo mejor. Jeremy nunca se había divertido tanto.

Después de reírse a carcajadas por otra historia universitaria de Reg, este le puso fin a su felicidad cuando dijo:

—Escucha, Jeremy, hombre, no quiero echarte de aquí, pero generalmente cerramos el bar a la medianoche y ya es cerca de la una.

—Oh. —De repente se sintió sobrio y tenso. Jeremy pasó su mano sobre su nariz y se movió para alcanzar su chaqueta de cuero, la que había sido lanzada en el taburete a su lado horas antes—. Sí. Claro. Lamento eso. —Sacó un manojo de billetes de su billetera y los tiró en la barra, sin preocuparse por contarlos—. Conserva el cambio.

Con las llaves en la mano, Jeremy se bajó de su taburete, planeaba irse del bar. Se sorprendió cuando Reg se echó hacia adelante y le quitó las llaves.

—Detente, hombre. Es tarde y estás ebrio. ¿Hay alguien que pueda venir a recogerte?

Jeremy bufó.

—No. Estoy en, eh… —Intentó recordar el nombre del pequeño pueblo en medio de la nada—. No sé qué Park. —Rodó los ojos—. ¿Por qué estaría alguien aquí?

—Cielos. He tenido gente que se vuelven cretinos violentos cuando les corto la bebida, pero es la primera vez que alguien se vuelve una diva esnobista. —Reg lanzó su típica toalla en el lavabo del bar y cerró la registradora—. Te iba a ofrecer mi sofá por esta noche, porque no hay ningún motel cercano, e incluso tengo mejor cerveza de la que servimos aquí, pero puedes dormir en tu coche, superestrella. Te traeré las llaves en la mañana.

—Oh. —Escuchar que Reg no lo había estado echando, sino que lo iba a invitar a una nueva ubicación, hizo que su tensión desvaneciera. Con ese alivio se percató que también se había comportado como esos patanes que no toleraba—. Mierda. —Dejándose dominar por un hábito infantil que nunca pudo superar, Jeremy tiró del cuello de su camiseta color salmón, se lo puso en la boca y lo mordisqueó—. No quise, eh… —Se frotó los ojos con la palma—. Lamento que… —Un pensamiento llegó de golpe, hizo un gesto de dolor y miró boquiabierto a Reg—. Me dijiste superestrella.

—También te dije diva esnobista. —Reg arqueó las cejas—. ¿Estás listo para ganarte un lugar en mi sofá y una botella de Kilt Lifter si te comportas?

—Sí, eh, no sé por qué dije eso. Generalmente no soy, eh…

—¿Un patán? —rio cuando dijo la palabra y de alguna manera logró hacerla más un juego entre amigos que un insulto—. ¿Un esnob? —Salió detrás de la barra sonriendo. Con los dos de pie, Jeremy se dio cuenta que Reg era al menos quince centímetros más alto que él—. ¿Un verdadero cretino? —Juguetonamente le dio un empujoncito con el hombro—. Detenme cuando gustes. Ya se me acabaron las palabras.

—¿Sabes quién soy? —preguntó Jeremy mientras caminaban lado a lado a la puerta.

—¿Estás siendo un cretino esnobista otra vez?

—No. No. —Jeremy levantó las manos en protesta—. Estoy hablando en serio. Me llamaste… —Suspiró, se quitó la gorra y la pasó contra su frente—. Olvídalo.

—Púrpura, ¿eh? —preguntó Reg, mirando su cabello. Apagó la luz, abrió la puerta con un empujón y la sostuvo con una mano estirada, dejando espacio para que Jeremy pasara—. Te luce. Te gusta eso del cabello de colores, ¿verdad? Creo recordar haber visto una fotografía tuya cuando lo tenías verde.

Bajo la fresca brisa nocturna, Jeremy lo vio cerrar.

—¿Entonces sí sabes quién soy?

—Hombre, no vivo debajo de una piedra. Claro que sé quién eres. —Se giró y comenzó a caminar, jugando con la llave en su dedo—. Al principio no, porque está oscuro ahí, pero hemos estado hablando como por… ¿cuánto? ¿seis horas? —Sacudió la cabeza—. No es como si no pueda ver tu cara.

Quedándose unos pasos detrás, Jeremy procesó el comentario. El hecho de que Reg lo reconociera no le sorprendió. En realidad, lo opuesto hubiera sido difícil de creer. Pero no actuaba como la mayoría (o bueno ninguna) persona cuando conocían al famoso Jeremy Jameson.

—¿Por qué no entras en pánico?

—Amigo. —Reg sacudió la cabeza y rio—. Sí que te crees demasiado.

—No, no lo hago. —Jeremy se apresuró para poder alcanzarlo—. Es solo que normalmente así actúa la gente cuando me conoce.

—Oh. —Reg estuvo en silencio un momento—. ¿Debido a que eres famoso?

Famoso. Rico. Poderoso. Atractivo. Y le gustaba pensar, extremadamente talentoso.

—Sí.

—Sí. —Asintió Reg, como si lo comprendiera, lo que no tenía sentido porque un barman de Ningúnlandia jamás podría comprender lo que era ser un artista ganador de premios Grammy y múltiples discos de platino—. La gente es rara.

Bueno, eso era algo en lo que los dos podían estar de acuerdo.

—Entonces, eh, ¿vives cerca? —preguntó Jeremy cuando comenzaron a caminar al lado de la carretera, dejando el aparcamiento atrás.

—Ajá. Vivo justo ahí. —Reg señaló una diminuta casa—. Estoy en el lado derecho. Mi arrendatario y su esposa viven en el izquierdo.

La primera descripción no tuvo sentido, pero cuando se acercó más, Jeremy notó dos puertas delanteras y se dio cuenta de que la diminuta casa era en realidad una doble.

—¿Por qué te mudaste aquí después de la universidad? —preguntó Jeremy, esperaba que su interrogante no pareciera prejuiciosa, pero deseaba entender por qué alguien tan extrovertido y lleno de vida terminaría en un pueblo en medio de la nada—. Digo, sé que dijiste que tu madre y tu hermano siguen aquí, pero Phoenix está bastante cerca, ¿cierto? Podrías vivir allá y verlos todo el tiempo.

—Sí, pero es más caro vivir allá y quería ahorrar, así que volví a casa. —Abrió la puerta y se hizo a un lado para dejar que Jeremy entrara primero.

El interior parecía como el exterior: antiguo, plano y nada admirable. Reg le había dicho que había sacado un título en contaduría. Eso debía pagar más que lo que fuera que ganaba atendiendo el bar de mala muerte.

—Pero probablemente encuentres un trabajo en tu campo si vives en una ciudad más grande. Entonces podrías ganar mucho más dinero y ahorrar todavía más.

—Intenté eso. —Reg lo siguió dentro y pateó la puerta para cerrarla—. Trabajé en una enorme firma de contadores después de graduarme. —Caminó hacia la nevera en una esquina de la habitación que era usada como cocina—. No duré dos años.

—¿Por qué no? Pareces bastante inteligente.

Summa cum laude —dijo Reg mientras sacaba un par de cervezas.

—¿Eh?

—No importa. —Riendo, Reg le quitó la tapa a la cerveza golpeándolas contra un lado de la encimera, luego se acercó a Jeremy para entregarle una—. Dejé la contaduría porque no me gusta levantarme temprano y estar encerrado todo el día en una oficina casi me mató. —Inclinó la botella contra sus labios y sorbió—. Así que regresé a casa con la cola entre las patas, conseguí trabajo en el bar y comencé a ahorrar para poder viajar a algún lado. Eso fue hace año y medio. Supongo que en otro par de años tendré suficiente para marcharme una temporada y viajar. —Se dejó caer sobre el sofá e hizo que los muelles crujieran.

—¿A dónde quieres ir? —Jeremy pasó su mirada por la habitación, se enfocó en una silla café frente al sofá y se acercó a ella.

—Aún no lo sé —dijo Reg encogiéndose de hombros—. Alaska, quizás. He escuchado que es genial, hay muchos lugares para practicar senderismo. Tengo tiempo para pensarlo.

Jeremy se dejó caer sobre la silla y bebió de su cerveza.

—Está buena.

—Sí, su India Pale Ale también es asombrosa. Tengo un poco en la nevera cuando estés listo para la siguiente botella.

Miró la etiqueta.

—¿Four Peaks? Jamás los he escuchado.

—Son locales, están en las afueras de Tempe. —Reg pasó su pulgar sobre el cuello de la botella—. ¿Qué hay de ti?

—¿Qué conmigo?

—¿Te gusta lo que haces?

—La mayor parte —dijo Jeremy con honestidad, acomodándose en la silla y estirando las piernas—. La parte musical, me encanta.

—Eres un músico —aclaró Reg—. ¿Acaso no todo es parte musical?

—No. —Sacudió la cabeza—. Digo, la música es primero, ¿sí? Pero también hay que hacer toda la mierda publicitaria. Entrevistas, eventos, fotógrafos en todas partes. —Respiró profundamente y exhaló—. Apesta.

—No eres muy extrovertido, ¿eh? —dijo Reg, su sonrisa de medio lado estaba comenzando a tornarse familiar y ser agradable.

No podía negarlo.

—Realmente, realmente no.

—Bromeaba, hombre. —Reg dejó caer la cabeza contra el respaldo del sofá—. Eres totalmente genial.

—Genial, sí —aceptó. Sostuvo el cuello de la botella entre su dedo índice y pulgar y la meció de lado a lado, mirando cómo el líquido se movía—. Pero como regla general, la gente me enfurece, lo que posiblemente sea algo bueno, porque entonces no me molesta cuando se marchan. —Cielos. Eso sonó más amargado y honesto de lo que pretendía.

—¿A qué te refieres?

—A nada.

Reg no lo presionó. Pareció relajado mientras sorbía más cerveza.

De repente, Jeremy se sintió con el ánimo de compartir. Probablemente era todo el alcohol, la hora y el hecho de que Reg tenía una de esas personalidades de barman que hacía que las personas quisieran desahogarse.

—A lo que me refiero es a que nunca he estado en un lugar tanto tiempo. Se supone que deben verme en todo tipo de eventos y tengo que conocer fotógrafos, periodistas y presentadores de TV. A las mujeres les gusta eso por un tiempo, especialmente si están intentando ser descubiertas, ¿sabes? Digo, si están conmigo, suponen que sus fotografías llegarán a ciertos lugares y entonces recibirán la oportunidad de sus vidas. Pero cuando se dan cuenta de que no es tan genial, que solo tienen que estar esperando para que termine lo que hago y, a menos que ya las conozcan, la gente las ignora. O si las fotografían, es cuando no lo esperan y entonces las miran sin maquillaje o en un día donde están gordas, lo que sea que eso signifique, se enfurecen y me culpan a mí.

—Deberías salir con otra persona famosa —sugirió Reg—. Ya estaría acostumbrada a todo eso.

—Lo intenté —respondió Jeremy—. Más de una vez. Nunca las miraba. Estaba ocupado haciendo lo mío y ellas ocupadas haciendo lo suyo. —Sacudió la cabeza y se terminó la cerveza—. Fue un desperdicio. —Movió su brazo hacia sus ojos y suspiró—. Está bien. Como sea. Solo me siento solo a veces, es todo. Y estoy a punto de ir a una enorme gira para promover mi nuevo álbum, que es lo peor. Esta será de más de seis meses.

—¿No te gustan las giras? —preguntó Reg incrédulo—. ¿Acaso no vas a un montón de lugares y ves cosas nuevas?

—Sí, supongo. Digo, sí.

Era difícil de explicar. A su nivel, las giras no consistían en ir en autobuses viejos y hospedarse en moteles baratos. Se quedaba en lugares grandiosos y volaba la mayor parte del tiempo, especialmente para las giras internacionales, que era exactamente lo que estaba por realizar. Y aunque no había mucho tiempo para descansar, podía salir a pasear antes o entre las presentaciones. Sin embargo, no importando lo que hiciera, siempre estaba solo.

—Eres afortunado —dijo Reg con añoro—. Eso suena asombroso.

—Deberías venir conmigo —bromeó Jeremy—. Le diré a todos que he dejado de salir con aspirantes al estrellato y que eres mi nuevo hombre.

—Hombre, cómo lo desearía. —Reg es puso de pie—. ¿Quieres otra cerveza?

—Claro. —Le entregó a Reg la botella vacía—. Ahora suena grandioso, pero créeme, lo odiarías. —Todas con las que lo había intentado lo habían odiado. La última vez que salió de gira, su novia de ocho meses, quien aseguró que lo amaba, había roto con él después de tan solo dos meses y había comenzado a salir con un actor que iba camino a la cima.

—De ninguna manera. ¿Cómo podría alguien odiar viajar por el mundo? —Reg le entregó su cerveza y se acomodó.

—Ir de un lugar a otro. Estar sentado mientras estoy en el escenario. Durante el día, hay tiempo de salir a pasear o lo que sea, y muy pocas veces tenemos noches sin nada que hacer entre las presentaciones, pero la mayoría de noches estoy trabajando y entonces, después, estoy exhausto y todo lo que quiero hacer es tirarme en el sofá, beber una cerveza y…

—¿Platicar con alguien? —sugirió Reg—. ¿Cómo lo que estamos haciendo aquí solo que en lugares más exóticos?

—Sí, pero generalmente no soy así de divertido. —Reg rio—. Es verdad. Soy molesto en grandes dosis. —Trató de recordar las palabras que habían usado sus ex—. Quejumbroso, amargado y meloso.

—Eres genial, hombre. Y has estado saliendo con las chicas equivocadas si se quejan de pasar tiempo contigo y ver el mundo.

—¿En serio? ¿De verdad crees que eso suena divertido?

—Como dije, apúntame. —Reg se levantó, caminó a la ventana y luchó por abrirla—. Lo siento, hombre, no tengo aire acondicionado. —Sujetó la parte trasera de su camiseta y se la quitó, exponiendo su escultural abdomen, sus brazos musculosos y su hermoso tatuaje que empezaba desde su hombro izquierdo y se movía hacia su muñeca. Con ese cuerpo escultural, rostro atractivo y sonrisa permanente, Reg fácilmente podría estar en las revistas—. Generalmente no se pone así de caluroso sino hasta en junio. —Lanzó la camiseta en el sofá antes de dejarse caer con otro crujido—. Apenas estamos en mayo y ya es insoportable.

—¿Alguna vez has considerado el modelaje? —Reg giró la cabeza de lado a lado y miró a Jeremy con una expresión que claramente le indicaba que no—. No me mires así. —Lo señaló con la cerveza—. Tienes el cuerpo para serlo.

—Tengo el cuerpo para escalar, el senderismo, la espeleología y me gusta pasar mi tiempo libre en el gimnasio.

Después de mirarlo con admiración, no le quedó otra más que aceptarlo. Reg no era delgado como los hombres que modelaban ropa de alta costura o enjuto como él. Era ancho y de músculos pronunciados. Cualquier trabajo de modelaje que hiciera, debería de involucrar la menor cantidad de ropa, como algunas de las modelos de trajes de baño con las que Jeremy había salido.

—No es una mala idea —murmuró Jeremy, la idea había echado raíz en su cabeza.

—Amigo, no quiero ser un modelo, olvídalo.

—No, eso no. —Sacudió la cabeza y estiró la espalda—. Estoy hablando de llevarte a la gira. Quieres viajar y no tienes problemas hablando con nadie, incluyendo a los ebrios. —Jeremy lo había visto de primera mano en el bar—. Estoy cansado de estar solo y tener que llevarme a cualquier chica que mi mánager me mande a las premieres y esas cosas. —Sonrió—. Es perfecto.

—Espera. —Reg se sentó y abrió los ojos como platos—. ¿Qué intentas decir?

—Lo que digo, eh, Reggie Moore, ¿serías mi novio de mentiras durante estos próximos siete meses? El trato paga lo que sea que estés ganando en el bar y además tendrás viajes gratis, alojamiento y comida. A cambio, todo lo que debes hacer es sonreír bonito si tengo que ir a un evento público, ser amable con un montón de personas que piensan que son demasiado importantes y, en nuestro tiempo libre, embriagarte conmigo o enseñarme como escalar rocas, lanzarme de peñascos o lo que sea que piensas que sea genial. ¿Qué dices?

—¿Hablas en serio?

Tanto como un ataque al corazón. —Sintiéndose aliviado y feliz, Jeremy sonrió ampliamente—. Y ni siquiera haré que me chupes el pene.

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